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Diagnóstico
El diagnóstico de la EM
25 enero, 2008
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Sobre la base de una sospecha clínica razonable, el neurólogo solicitará las pruebas que juzgue necesarias para descartar una EM u otras enfermedades. Estas pruebas irán por tanto encaminadas a confirmar con mayor o menor grado de probabilidad una EM y, en igual medida, a descartar otras enfermedades posibles, como las mencionadas del sistema conectivo o algunas infecciones. Hemos de recordar además que la negatividad de estas exploraciones no excluye completamente la posibilidad de una EM.

 

La resonancia magnética (RM), como ya mencionábamos en el capítulo dedicado a la historia de la enfermedad, ha venido a revolucionar el diagnóstico de la EM desde que su uso se ha generalizado en nuestro medio. Gracias a ella, podemos ver las lesiones que provoca la EM en el encéfalo y la médula espinal de una forma antes inimaginable.

 

Sin embargo, presenta el inconveniente de que estas lesiones no son del todo específicas y pueden ser indistinguibles de las provocadas por otras enfermedades vasculares o inflamatorias. Se han hecho múltiples estudios intentando tipificar las lesiones de la EM en la RM, de forma que podamos diferenciarlas mejor de otras causas en cuanto a su localización, forma y tamaño, y aunque esto se ha conseguido en buena medida siempre es conveniente ser prudente en la interpretación de estas lesiones en la RM. Cuando las lesiones de EM son recientes pueden captar contrastes en la RM, lo que es de gran ayuda en el diagnóstico. Es de esperar que en un futuro próximo se generalice el uso de nuevas técnicas, como la espectroscopia, que sin duda nos va a permitir ser más precisos en la interpretación de las lesiones mediante el análisis bioquímico de los componentes del área lesional.

 

La RM tiene la ventaja de que utiliza campos magnéticos para crear las imágenes mediante una sofisticada tecnología. De esta forma, no produce radiación y no daña al organismo por lo que hasta ahora sabemos. La utilización de imanes hace que esté contraindicada en pacientes portadores de marcapasos (el fuerte campo magnético los inutiliza) y que deba tenerse precaución con aquellos pacientes que tengan prótesis metálicas de cualquier tipo.

 

La punción lumbar es una prueba con mala fama entre los pacientes pero de gran utilidad en el diagnóstico de la EM. Su finalidad es el estudio del líquido cefalorraquídeo (LCR), en el que podemos encontrar datos que traducen un proceso inflamatorio en el sistema nervioso central, al que envuelve. Estos datos son fundamentalmente un ligero incremento del contenido de células inflamatorias o linfocitos y un aumento de la producción de inmunoglobulinas. La punción se realiza entre dos vértebras lumbares, con el paciente tumbado de lado o sentado. En manos expertas y con un paciente colaborador la prueba no es apenas dolorosa y no representa ningún peligro.

 

Como es fácil suponer, cualquier proceso inflamatorio del sistema nervioso puede dar alteraciones en el LCR similares a las que hemos comentado, por lo que su presencia no conduce tampoco inevitablemente al diagnóstico de una EM. La obtención de serelogías a determinadas infecciones en el suero y el LCR del paciente es imprescindible para excluir esta posibilidad.

 

Los potenciales evocados constituyen un tercer tipo de prueba complementaria que permite apoyar el diagnóstico de la EM. Se basan en la medición de la velocidad con que viajan los impulsos nerviosos a través de determinadas vías del Sistema Nervioso Central. Existen tres tipos: potenciales evocados visuales, auditivos y somotosensoriales. La mielina tiene, entre otras funciones, la de incrementar la velocidad de conducción nerviosa y, por tanto, cuando se daña se produce un enlentecimiento de la misma. Mediante la colocación de electrodos en determinados puntos de la superficie craneal podemos medir lo que ha tardado un impulso nervioso en llegar a la corteza cerebral tras recibir el correspondiente estímulo. Si ese impulso pasa por un área de desmielinización tardará más de lo normal. Esta prueba, relativamente sencilla, permite pues detectar lesiones en el SNC que a veces no son evidentes desde el punto de vista clínico.

 

El neurólogo, en función de los síntomas del paciente, puede decidir qué otras pruebas son necesarias, bien para descartar otras enfermedades, bien para estudiar mejor un determinado síntoma (un estudio urológico si hay alteración del control de esfínteres, o una campimetría si hay defectos en el campo visual, por ejemplo). La posibilidad de una biopsia cerebral se reservará únicamente para aquellos casos en que no pueda excluirse por la imagen un tumor u otra dolencia potencialmente tratable y que suponga un riesgo vital para el paciente.